Tardé algunos años desde mi comienzo laboral en que la vena emprendedora tomara forma y me impulsara a montar mi propio negocio.
A los 28 años y junto con un par de socios, inicié un camino profesional apasionante, entusiasta y soñador. Lo que empezó buscando el auto-empleo necesitó de algunos años para implicar a mas de 30 personas, grandes profesionales, todos compañeros y ahora algunos amigos.
Aquella época fue precedida por una fase directiva muy relacionada con la dinamización comercial de actividades que nada tenían que ver con lo hecho hasta entonces. La experiencia con la que contaba me otorgaba una base sobre la que apoyarme pero dado la inexperiencia en los nuevos sectores, la inventiva y experimentación eran la única forma de afrontar los nuevos retos. Constatar las diferencias entre gestionar equipo siendo propietario, y hacerlo cómo empleado no-experimentado en el nuevo sector, era un reto constante para hacerse con la gente, llevarlos por los caminos adecuados sin perder su apoyo.
Un inesperado cruce de caminos me puso en el mundo de la consultoría. Un reducido pero muy especializado despacho de estrategia empresarial que me ha permitido vivir múltiples experiencias empresariales ajenas. He presenciado el eco de mis antiguos errores, en la intimidad de la PYME ajena, incluso alguno que otro más. Me podido ser parte de la ayuda y mejora de aquellas compañías que hemos tenido el placer de ayudar.
Disfrutando de cada reto, de cada aprendizaje buscado o encontrado, de cada reto superado y viendo con orgullo cómo se alzan aquellas organizaciones en las que pueda haber ayudado. Es sin duda la mayor satisfacción posible para alguien que puede presumir de haber convertido sus múltiples fracasos en su mejor baza y valor.